Un amigo diferente
Años 50: años de la guerra fría. En el pueblecito de Rockwell (Maine) vive Annie Hughes, madre soltera, que trabaja en una cafetería. Su hijo Hogarth, de 9 años, es un chaval muy activo y de imaginación desbordante: le encantan los cómics y las pelis de ciencia ficcion de serie B, más si hay en ellos marcianos y seres extraterrestres; su superhéroe favorito es Superman. Una noche se topa en el bosque con un enorme hombre de metal: su primera reacción es huir despavorido, pero cuando ve que el robot está en apuros -a punto está de electrocutarse-, le salva. A partir de ahí nace una curiosa amistad.
Originalísimo film de animación el que nos sirve Brad Bird, inspirándose en un libro infantil del británico Ted Hugues. Por un lado sabe alejarse de los cánones de los dibujos de Disney, también en la historia, lo que le da una indudable personalidad. Hay lugar para el amor y los buenos sentimientos -la amistad entre el niño y el gigante de hierro, la preocupación mutua entre madre e hijo, el espíritu de sacrificio, la valentía, la posibilidad de cambiar a mejor...-, y a la vez se hace hueco, con acierto, el humor. La excusa principal para las risas la constituye el personaje del villano, un paranoico agente del gobierno que piensa, en plena guerra fría, que el robot puede ser un arma secreta de los rusos ("y si no lo es, hay que destruirlo igualmente, porque no es americano, y eso es razón suficiente", asegura de un modo delirante).
Uno de los grandes atractivos de la película es el robot: sus creadores lo concibieron como máquina de matar, pero la amistad con Hogarth y una curiosa "amnesia", le hacen replantearse las cosas. El diseño del personaje es atractivo, porque combina el saber mostrar sus increíbles poderes, con un aire de ingenuidad, de cierta inocencia.
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